sábado, 1 de febrero de 2014

La derrota ante Vélez dolió como duele perder una final, no hay que negarlo. Sin embargo hay que destacar nuevamente la entrega del equipo y la vigencia de este Arsenal diseñado por Gustavo Alfaro. Lo pudo haber perdido por un margen mayor cuando se volcó al ataque en busca de la igualdad, es cierto, pero también lo podría haber empatado si es que convertía alguna de las tantas situaciones que generó en el complemento. 

Lo cierto es que se vió a un Arsenal que jugó la final como se debe jugar. A veces salen las cosas y otras no, pero la entrega del equipo es irreprochable. Con solo mirar como festejaban los jugadores de Vélez, uno puede ver lo complicada que les había resultado. Se encontraron con un equipo duro, como es habitual en el Viaducto. Esta vez no se dieron las cosas y punto. Nos tocó festejar en otras oportunidades, no siempre es posible ganar en el fútbol. Lo resumió Campestrini en las declaraciones posteriores al partido "nos duele porque nos acostumbramos a ganar".

El equipo mostró las virtudes que lo llevaron a ser un equipo ganador: orden táctico, peligro en las pelotas paradas,  sacrificio, concentración,  y amor propio. Pagó muy caro haber quedado mal parado en la jugada que terminó en el gol de Vélez, aunque también hay que destacar la enorme jugada de Pratto. Hay que aceptar que los rivales también tiene sus puntos positivos y que no siempre es posible neutralizarlos. 

¿Qué le faltó al equipo?, quizás mayor presencia de los volantes en el campo rival para generar peligro. Carrera, Rolle ni Jonathan Gómez no lograron entrar en sintonía e inquietaron poco en el campo rival. Un poco Rolle con los remates desde media distancia, pero no mucho más.  

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